Este año solo he disfrutado de 4 días de vacaciones en agosto y aunque tuve el privilegio de estar en Asturias en la zona del parque natural Somiedo.
Haciendo una ruta de senderismo por rincones perdidos me encontré con el mismo problema de una medio urbe como Illescas (Toledo), en un pueblo silencioso me encontré un repartidor de marketpalces con la furgoneta hasta los topes de paquetes de la que recogí una foto.

Un poco más adelante un “claxon” a todo pitar un furgón tienda sube su escaparate y empiezan a salir paisanos y paisanas de casa que parecían casi abandonadas.

Además pude disfrutar de comprar en tiendas de esas que no sabes muy bien de qué son un “ultramarinos” de toda la vida!
En principio podría ser una radiografía de un mercado sano si cada uno ocupara su lugar, guardará sus márgenes su entorno, pagará los mismos impuestos y jugará las mismas reglas. Tanto el autoventa como el ultramarinos tienen una ventaja diferencial que conocen la zona como la palma de su mano y que los clientes son vecinos de toda la vida el resto es una lucha de un David contra Goliat.
Esa furgoneta llena de paquetes está haciendo una competencia desleal a ese comercio tradicional de pueblo. Entre esos paquetes hay paquetes de esos que desde China han conseguido no pagar ningún impuesto en España, son más competitivos porque no pagan ni siquiera ese 21% de IVA, otros desde los despachos en Estados Unidos son capaces de burlar la legislación de la Unión Europea y encima recibir alguna subvención o suelo gratis de las administraciones. Además al repartidor se le veía con el mismo estrees que cualquiera que reparte en Illescas o en cualquier zona de España, intentado acabar de vaciar su furgoneta sin hablar demasiado para no perder el tiempo.

Cuando llego la furgoneta autoventa tocando el claxon y empezaron a salir … «abuelillos» y «abuelillas» pocos jovenes … bueno en total fueron 4 clientes, y que cada uno le contaba su batalla al del puesto ambulante, se veia como se conocian, y como le preguntaban por sus productos habituales incluso algun encargo. Media hora o más estuvo atendiendo pacientemente a sus clientes, y cuando termino toco una ultima vez su calxón y bajo sus puertas y prosiguio su camino.
Podríamos reflexionar de quién es la culpa pero ya no da tiempo a pensar porque cada día que pasa desaparecen más comercios en nuestros pueblos y ciudades por esas furgonetas “inhumanas” llenas de paquetes sin corazón.
Es verdad que allá cada uno con su negocio y como ganarse la vida, pero me quiero agarrar a lo que dicen públicamente todo al que le preguntes que prefiere las calles con tiendas y comercios, que le gusta el trato profesional y que le den una garantía personal de lo que venden.
He visto políticos de izquierdas y de derechas, aunque parezca mentira decir lo mismo: apoyamos el comercio local de barrio, todos de acuerdo… y con el mismo discurso, pero en la realidad haciendo lo mismo «nada» por el comercio local.
También quiero meter esa cuña de la tercera edad… los que menos compran, los menos rentables, pero que adoran a ese comercio local, y que nos debemos una parte de nuestro negocio a ellos, no los olvidemos facilitemosles las cosas.
A lo mejor no merece la pena legislar para igualar esta balanza, pero creo que el comercio es una seña de identidad de España que no creo que nos debamos permitir el lujo de perderlo.
Creo que el comercio es más que un simple negocio, ilumina a y dan colorido a nuestras calles, ayudan a dar vida y que los centros de los pueblos y ciudades están cuidados. Además aportan riqueza, recaudan impuestos, generan empleo, que creo deben defenderse, en cualquier rincón de nuestro país.