Yo compro en Illescas: implicarse, dar la cara y trabajar desde dentro

Hace unos días, en las redes del Ayuntamiento de Illescas, apareció mi foto dentro de la campaña Yo compro en Illescas.

No me da vergüenza ceder mi imagen.
Porque creo que no solo hay que apoyar: también hay que dar la cara.

Durante años he sido muy crítico con la forma en la que se han gestionado muchas iniciativas relacionadas con el comercio local. Campañas poco pensadas, acciones sin impacto real, recursos mal empleados y demasiadas ruedas de prensa con poco contenido detrás.

Y lo sigo siendo.

La diferencia es que llevo tiempo diciendo algo más: que voy a seguir criticando, sí, pero aportando mejoras desde dentro. Y haciéndolo activamente.

Porque llega un punto en el que criticar desde la barrera deja de ser una postura honesta y pasa a ser una forma elegante de no hacer nada.

Yo ya no quiero estar de brazos cruzados. Quiero intentar que las campañas sirvan, el dinero no vuele y no llegue a quien tiene que llegar.


Illescas no es un decorado, es mi vida profesional

Hablo desde Illescas.
Desde una tienda abierta desde hace 28 años.
Desde un negocio que no empezó conmigo, sino con mi padre, mi tío y mi abuela en 1970.

55 años con una papelería y librería abierta en este pueblo.

Un negocio normal donde no inventamos la polvora pero que hemos tenido que ir inventando para seguir abierto. Ahora da de comer a 12 familias a base de estar muchas horas abiertos, estar ahi cuando alguien de Illescas y de toda la comarca de La Sagra y sur de Madrid necesita algo de papelería, librería, copistería e imprenta, somos una papelería humilde pero con un gran potencial. Una gran tienda de más de 400m2 abierta de 8 de la mañana a 9 de la noche cada día y los sábados de 9 a 2 de al medio día.

Son muchas horas, muchos palos que hacen que seamos rentables, si nos quedaramos sólo en lo que nos gusta, lo «guay», lo bonito, … la suma de todo es lo que hace que podamos pagar todo lo que movemos y todas esas nóminas y seguros sociales.

No lo cuento para dar lecciones, sino para dejar claro desde dónde hablo.
Mis canas, creo, me dan algo de autoridad. Aunque también me recuerdan cada día que todavía me queda mucho que aprender.

He visto pasar modas, campañas milagro, cambios de discurso y promesas que nunca llegaron a nada. Algunas iniciativas funcionaron. Muchas no. Y demasiadas se quedaron en la foto y el titular.

Durante mucho tiempo señalé lo que no funcionaba. Y lo hice porque creo que el comercio local merece algo mejor que buenas intenciones mal ejecutadas.

Pero la crítica, por sí sola, no cambia nada.

Por eso, cuando me propusieron implicarme activamente en un nuevo proyecto dentro de Yo compro en Illescas, decidí hacerlo. No porque crea que todo esté bien hecho, sino precisamente porque creo que se puede —y se debe— hacer mejor.

Si algo no funciona, hay dos opciones: seguir señalándolo desde fuera o intentar mejorarlo desde dentro.
Yo he elegido mojarme.


Las críticas que han llegado (y que conozco bien)

Desde que di este paso han aparecido críticas. Algunas muy parecidas a las que yo mismo he hecho otras veces.

Que si busco protagonismo.
Que si quiero llevarme algo.
Que si esto es postureo.
Que si me he vendido.

Críticas gratuitas, en muchos casos, que duelen más cuando sabes que no responden a la realidad.

Porque si algo he tenido claro desde el primer momento es que las cosas se hacen desde el ejemplo.

He invitado a mi competencia a participar.
He tenido especial cuidado en que mi negocio apenas aparezca en los vídeos y en la campaña promocional.
He evitado cualquier protagonismo innecesario porque esto no va de una tienda, va de un ecosistema comercial entero.

Y aun así, cuando recibes una torta, es humano tener ganas de responder.

Que fácil es ver los toros desde la barrera. Sin saber torear, con toros que no pagas tu, de cartón.


Pero aquí no vengo a replicar

Aquí no vengo a justificarme ni a entrar en debates estériles.
Aquí no vengo a ganar discusiones en redes.

Aquí vengo a trabajar.

Implicarse no es venderse.
Participar no es callarse.
Colaborar no es renunciar a la crítica.

Es asumir que el inmovilismo también es una decisión. Y casi siempre, la más cómoda… y la más peligrosa. Que fácil es dar un «me gusta» o una crítica desde el anonimato, desde el móvil sin mirar cara a cara mirando a la cara, como tengo que hacer yo cada día en mi mostrador.


El comercio local no se salva desde fuera

Si algo tengo claro es que el comercio local no se puede impulsar desde despachos ni desde terceros que no saben realmente de qué va esto.

Los errores de una campaña mal gestionada no los sufren quienes la diseñan desde fuera.
Los sufrimos nosotros: en facturación, en tiempo, en desgaste y, muchas veces, en la viabilidad del negocio.

Hoy nuestros comercios están cada vez más pertrechos, más ajustados y más expuestos.
No queda margen para muchos errores si queremos sobrevivir.

Por eso la movilización tiene que nacer desde dentro.
Desde los tenderos.
Desde quienes estamos detrás del mostrador todos los días.
Desde quienes conocemos el terreno porque lo pisamos.


No estoy solo (y esto no acaba aquí)

No estoy solo.

Somos un grupo de empresarios y comerciantes de Illescas que pensamos parecido. Que hablamos. Que compartimos diagnósticos. Y que, además, escuchamos a mucha gente que nos dice lo mismo:

Hay que hacer cosas.
Hay que moverse.
No podemos esperar a que otros lo hagan por nosotros.

Por eso esto no se queda aquí.

Vamos a hacer más cosas.
Vamos a implicarnos más.
Y vamos a hacerlo desde dentro, con conocimiento real, con autocrítica y con la responsabilidad de quien se juega mucho más que una foto o un titular.

Buscando resultados, no fotos, auque sean necesarias para que la gente vea lo que nos movemos.

Este espacio queda abierto.
A propuestas.
A ideas.
A quienes quieran sumar, no solo opinar.

Porque el comercio local no se defiende solo con palabras.
Se defiende dando la cara… y trabajando.

Deja un comentario